Nada más que el ruido de las olas, mientras yo sentada en la orilla te espero para ver un atardecer juntos, aquel primero de muchos otros.
Te sientas a mi vera y me mojas con tus brazos tan cálidos y resistentes que se convierten en mi fortaleza.
Pensaría que le tiempo se congela por no ser que el sol sigue su curso queriendo inundar de oscuridad aquel momento, aquel paraíso donde nos encontramos tu y yo mirandonos, frente a frente, deborandonos con la mirada y fundiendonos en un beso voraz. La arena siente celos de nuestro amor porque nunca a tenido en sus playas un amor tan verdadero como el que tu me das. La luna no se demora ni un segundo porque tiene ansias de salir y contemplar aquel amor, nuestro amor...
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